Fragmento 1 - Diez años atrás




Diez años atrás, se acercaban las fechas navideñas y Comayagua ya olía a tamales, a ponche y a torrejas recién hechas.
Para diciembre, el parque central se preparaba para el alumbrado navideño.
Entre escobas y carretas, el barrendero don Ramón limpiaba cada rincón: era el encargado de tener listo el parque antes de la gran noche.
Su esposa, Elda, lo observaba llegar desde la acera, con su niño tomado de la mano. —Este año te vas a quedar sin cena —le dijo sonriendo—, mamá Rosa nos espera en Siguatepeque para el 24. —Yo llego después —respondió él—, solo tengo que terminar con esto del parque.
Ella asintió, acostumbrada a que el trabajo de Ramón siempre se interpusiera entre ellos y las fiestas. Se despidieron con un beso rápido, sin saber que sería el último.
Esa tarde, el cielo se cerró sobre la cuesta de La Virgen, el tramo más peligroso de la carretera.
Una rastra sin frenos en medio de una tormenta perdió el control y aplastó el pequeño carro en el que iban Elda y el niño. Nadie sobrevivió.
El 24 de diciembre, mientras toda la ciudad encendía sus luces, se escuchaban risas y cuetes desde su casa, el parque brillaba más que nunca.
Solo una ventana permanecía a oscuras: la de don Ramón. Esa noche no cenó, no habló, solo lloró.
Se sentó frente al árbol con las luces apagadas, la escoba apoyada en la pared, y el mirando el vacío. Desde entonces, cada diciembre, Comayagua se llenaba de color… y él, en silencio; de recuerdos.
Diez años atrás, se acercaban las fechas navideñas y Comayagua ya olía a tamales, a ponche y a torrejas recién hechas.
Para diciembre, el parque central se preparaba para el alumbrado navideño.
Entre escobas y carretas, el barrendero don Ramón limpiaba cada rincón: era el encargado de tener listo el parque antes de la gran noche.
Su esposa, Elda, lo observaba llegar desde la acera, con su niño tomado de la mano. —Este año te vas a quedar sin cena —le dijo sonriendo—, mamá Rosa nos espera en Siguatepeque para el 24. —Yo llego después —respondió él—, solo tengo que terminar con esto del parque.
Ella asintió, acostumbrada a que el trabajo de Ramón siempre se interpusiera entre ellos y las fiestas. Se despidieron con un beso rápido, sin saber que sería el último.
Esa tarde, el cielo se cerró sobre la cuesta de La Virgen, el tramo más peligroso de la carretera.
Una rastra sin frenos en medio de una tormenta perdió el control y aplastó el pequeño carro en el que iban Elda y el niño. Nadie sobrevivió.
El 24 de diciembre, mientras toda la ciudad encendía sus luces, se escuchaban risas y cuetes desde su casa, el parque brillaba más que nunca.
Solo una ventana permanecía a oscuras: la de don Ramón. Esa noche no cenó, no habló, solo lloró.
Se sentó frente al árbol con las luces apagadas, la escoba apoyada en la pared, y el mirando el vacío. Desde entonces, cada diciembre, Comayagua se llenaba de color… y él, en silencio; de recuerdos.
.camina aqui
siguientes capítulos
.digan hola
Estoy abierto a nuevos proyectos, siéntete libre de enviarme un correo para ver cómo podemos colaborar.
.digan hola
Estoy abierto a nuevos proyectos, siéntete libre de enviarme un correo para ver cómo podemos colaborar.
.digan hola
Estoy abierto a nuevos proyectos, siéntete libre de enviarme un correo para ver cómo podemos colaborar.
.digan hola




